jueves, 5 de agosto de 2010

Lluvia de mini-ficciones

Retroceder

Cuando ella perdió toda muestra de vergüenza y cinismo, yo di marcha atrás, recordé los fatídicos días y comencé a dejar de amarla .


Descanso sin Consuelo

Más tarde, cuando el sol decidió acariciar los pezones de la montaña para dormirse en su espalda, me percaté de que había pasado diez horas esperando su llegada. Ella pasaba por ahí en ese momento, tomaba la mano de... lo siento, olvidé el nombre de la chica (mentira, pero no quiero nombrarla) la soltó de inmediato, me miró y dijo: amor ¿qué haces aquí? Yo me levanté entre incrédula y satisfecha de haberme librado de la duda, erguí la cabeza, miré por última vez sus ojos y dije: ¿Qué hubiese sido de nosotras sin todas las horas que perdimos?


Ya con Consuelo y gozando del descanso

Me había clavado la aguja en los ojos, por ahí drenaba el corazón, no era sangre, era un líquido transparente, áspero y muy salado, pero así libraba la batalla contra la embolia producida por el sangrar de la herida recién reabierta.

Daba vueltas preguntándome el porqué, en la sugerencia 33 encontré la respuesta: durante los 3 años y 3 meses que duró nuestra relación tuvo más lleno el repertorio de excusas y pretextos que de palabras de amor.

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